El crack que se quedó sin techo

“Tuve 14 amonestaciones esta temporada: ocho de ellas fueron mi culpa, pero siete pueden ser discutidas”. Esa frase, que demuestra que su autor no es muy hábil para las matemáticas, bien podría sonar ridícula en cualquier mortal, pero en Paul Gascoigne, uno de los mejores futbolistas ingleses de todos los tiempos y un personaje inigualable, resultó simpática. Por estos días, el rubio jugador es noticia –una vez más-, pero no por su mala relación con los números: no tiene un techo donde cobijarse. A los 42 años lo perdió todo -22 millones de dólares era su fortuna-. El alcohol y los excesos, las causas.

El diario sensacionalista Daily Star entrevistó a Gordon Taylor, presidente de la Asociación de Futbolistas Profesionales de Inglaterra, quien reveló que el ex jugador le pidió ayuda. “Creo que hay jugadores a los que se ha tratado como vacas que dan dinero, en especial Paul Gascoigne, que tuvo que recurrir a nosotros para que le proveyéramos de un techo sobre su cabeza”, dijo.

La vida de Paul John Gascoigne, Gazza, siempre estuvo marcada por el escándalo. Genio adentro de la cancha, donde era capaz de dibujar con sus pies una jugada digna de ser admirada como una obra de arte, afuera de ella fue portada de los diarios, la mayoría de las veces, por su alcoholismo, sus excesos y sus escándalos. Si había algo con lo que Gascoigne se sentía feliz, era con la pelota. Sin ella, su vida se convirtió en un infierno. “Llegué a tomar cuatro botellas de whisky por día”, reconoció en marzo del año pasado en una entrevista a la televisión inglesa. También aseguraba que llevaba cuatro meses sin probar una gota de alcohol. “Creo que, lentamente, estoy ganando la batalla. Hay mucha gente a la que no puedo decepcionar”. Perdió.

Desde las inferiores del Newcastle se destacó pronto por su juego, y por su personalidad. Y confirma lo que es casi obvio: un personaje como él es dueño de historias que, muchas veces, resultan difíciles de creer. Con Gazza se puede caer en el lugar común y decir que tuvo –y tiene- una vida de película.

En Inglaterra existe la costumbre que los juveniles les limpien los botines a los jugadores de Primera y a Gascoigne le tocó los del legendario Kevin Keegan. Perdió los botines camino a su casa y no tuvo más remedio que admitirlo frente al experimentado jugador. “No importa, no me gustaban”, recibió como respuesta cuando esperaba un reto.

Como jugador no logró identificarse a pleno con un club –jugó en Newcastle, Tottenham, Lazio, Glasgow Rangers, Middlesbrough, Everton, Burnley, Gansu Tianma y Boston United–, pero fue ídolo nacional, pese a que sólo disputó con su selección el Mundial ’90 y la Eurocopa ‘96. En Italia el mundo vio su llanto de niño después de recibir, en las semifinales ante Alemania, su segunda tarjeta amarilla en la competición, que significaba no poder estar en una hipotética final –Inglaterra perdió por penales-.

En una charla técnica en el Tottenham reemplazó las diapositivas que iba a mostrar el técnico, Terry Venables, por imágenes pornográficas.

Antes de ser transferido a la Lazio en 1992 por 5,5 millones de libras, récord para la época, ya era la cara de dos videojuegos: Gazza's Superstar Soccer y Gazza II. Su paso por el Calcio es recordado por sus kilos de más y los problemas en los bares, pero en Escocia volvió a sentirse pleno: con el Rangers ganó dos ligas locales y una Copa de Liga y fue nombrado mejor jugador. Igual hizo de las suyas. La rivalidad entre Glasgow Rangers y Celtic radica en las diferencias religiosas. Los primeros son protestantes y los segundos, católicos. Bueno, en un clásico contra Celtic festejó un gol haciendo que tocaba una flauta, como lo hacía la anticatólica Orden de Orange. Fue amenazado de muerte.

Fanático de Iron Maiden, acompañó en una gira por Hungría al grupo de heavy metal, al que dejó sin reacción por sus desbordes. “Sólo pensaba en beber. Es trágico”, relató Adam Smith, guitarrista de la banda. Lo echaron y estuvo una semana desaparecido. Del que no es admirador es del grupo Oasis. Tuvo una bizzarra pelea con Liam Gallager: Gascoigne le tiró una copa de vino al cantante, que respondió vaciándole un matafuego en la cara.

Más: robó un colectivo de una concentración y lo chocó contra una columna. Se fue a un pub apenas terminado un partido, sin cambiarse. Le pidió a un obrero un taladro mecánico y se puso a romper la calle. Eructó al aire cuando le preguntaron por el juego de la Lazio. Se puso extensiones rubias. Le hizo cosquillas a un árbitro mientras éste amonestaba a un jugador. Se le cayeron los pantalones en plena calle mientras pedía limosna.

En 2008 intentó suicidarse en Portugal con una sobredosis de drogas y alcohol. Se había fugado del instituto psiquiátrico donde estaba internado. “Déjenme morir en paz”, les dijo a su ex mujer Sheryl y a su hija, Bianca. Tras ese episodio, su hijo menor Reagan, de 12 años, fue lapidario: “Mi padre tiene una última oportunidad de salvarse, pero si no lo consigue, no lloraré. No malgastaré mis lágrimas en él”.

El destino –y él mismo– parece encaprichado en algo: que su final no sea feliz.

1 comentario:

marce / lechu dijo...

Excelente, Nico.
No dejes de escribir este tipo de notas.